Hoy fué mi primer encuentro con Marino, este hombre que me tiene loca desde hace ya un tiempo y no hacía otra cosa provocarme humedades constantes con sólo mirarme.
Ya bien claro había de tener que cuando me clavaba la vista yo no podía resistirme y apretaba mis piernas casi incocientemente.
Esta tarde de regreso del trabajo me la pasé leyendo todo el viaje en el tren; fué inevitable exitarme leyendo un capitulo de Sexus, en el que Miller relata un encuentro sexual con dos mujeres, abunda en detalles y eso me fascina, sumado a la vibración del tren el capítulo resultó ser un cóctel explosivo y no tardé en sentir mis dulces líquidos nacar deslizándose al exterior; y como tantas otras veces lo que se me vino a la mente fue... Marino, me mordí el labio sin pensar en cómo estaba exteriorizando mis sensaciones, las rodillas más juntas imposibles, mis pezones a punto de estallar, queriendo desprenderse de la ropa y encontrar una lengua tibia que les calme la ansiedad. No terminé de mover mi cuello para eliminar tensiones cuando escuché la voz de Marino saludándome y arrebatándome el libro descaradamente con un "A ver qué leés?", me puse muy nerviosa, la situación me tomó por sopresa y no pude más que callar... y sonreir.
"Ah, linda lectura, me lo tenés que prestar cuando lo termines".
Quería cambiar el tema pero lo único que se me ocurría era que en un arrebato me liberara de la camisa y llenara mis pezones con su saliva, no podía dejar de pensar en cómo se vería su pene inflamado de exitación, lubricándose cerca de mi abdomen. La charla continuaba, yo no recuerdo de qué hablamos, solo quería que me desnudara ahí mismo que me hiciera acabar como tantas veces lo deseé y que todo siguiera su normal transcurso sobre el tren.
Se aproximaba mi estación y yo no quería separarme de el, sabía que al ser tanta mi exitación esta vez no me perdería de disfrutarlo con el. Esta vez me animaría. Tenía que hacerlo, el deseo era tan intenso.
Y fué cuando estaba por invitarlo a fumar en mi casa, que el se levantó y me dijo "Y si vamos a comer a tu casa? O tenés otros planes?"
Claro que no.
Mientras yo me quitaba la ropa del trabajo y optaba por un vestido corto el preparava algo para comer. Mi exitación era tal que necesitaba masturbarme, miré mi cuerpo en el espejo, mis pechos estaban turgentes, hinchados, los pezones muy duros, abrí un poco mis piernas y ví el brillo nacarado corriendo por mi pierna derecha, me lo limpié con los dedos y acerqué la mano a mi cara, mmm que delicioso perfume llevamos las mujeres, lo probé, es un jugo delicioso, supongo que ideado por la naturaleza para atraer labios ajenos. Tomé mas líquido con la otra mano y mojé mis pechos con el, que sensación, mi cuerpo estaba siendo satisfecho, se sentía delicioso. Acaricié mi cuerpo durante un minuto o dos frente al espejo, desparramando en el mi saliva y jugos vaginales con las manos, empecé a mojar el clítoris, estaba tenso y expuesto, así que lo mojé un poco más y lo froté con dos dedos, apretándolo a veces, acariciándolo más sueve otras, me tumbé de espaldas en la cama apretando un pezón con mis dedos muy mojados, y con la otra mano seguí masajeándome el clítoris, cada vez con más velocidad, pensando que Marino estaba en la cocina, y yo sólo quería que el entre y me descubra, que me sujetara de los brazos inmovilizándome y fuera su lengua la que masajeara mi sexo. El orgasmo fué inevitable y el gemido también, pero el no se enteró de nada.
Disfrutamos de una comida deliciosa, Marino preparó en tiempo record unas salsas, hongos (mi perdición) paltas, cremas, quesos, y verduras que desparramamos en platos y sobre la alfombra. Abrí un vino, un elixir sirah, sabiendo que era la manera de sacar a flor de piel toda mi sexualidad ante alguien que tanto me gustaba, cosa paradójica que me sucede habitualmente.
Marino es de esos hombre que seducen con todo su ser, sus movimientos, su forma de hablar, de expresarse, yo iba cayendo cada vez más y más. No quería perderme ningún detalle, ni de su cuerpo, ni de su energía, esa energía que destilan sólo unos pocos. Intentando acercarme a el de manera azarosa y absorver de ella, sentir como esa energía me tocaba, me erizaba la piel para luego meterse en mi cuerpo y hacerme temblar el sexo.
Todo iba muy bien, la sensualidad estaba en el ambiente, cuando me avisa que debía irse, que ya era tarde para el. Que desilusión, no era lo que se suponía, pero no pude hacer más que sonreírle levantarme y agradecerle por la compañía durante la cena; y me adelanté hasta la puerta, le quité la llave y cuando me dí vuelta para saludarlo me di cuenta de que el estaba mucho más cerca de lo que yo creí, cuando subió su brazo para acercame y saludarme este se enganchó con mi vestido y levantó un poco la falda, ese toque de su piel con mi muslo, me devolvió la esperanza. Me acerqué, mirando su cuello, terso irresistible, apoyé mis labios entreabiertos y empecé a lamerlo suavemente, exhaló y tiró su cabeza hacia atrás, abrí su camisa y apoyé mis pechos contra el suyo, la fina tela del vestido me permitía frotarme contra el con total comodidad, sus dedos acariciaron mis muslos, levantaron el vestido nuevamente, los sentí en mi cola erizándome la piel con tal suavidad, una de sus manos se ubicó en la hendidura de mi bombacha, eran sólo sus dedos, rozándome con deliciosas cosquillas, hasta que se zambulleron y separaron la bombacha de mi cola, quedando en el medio de las dos. Su otra mano subiendo por mi espalda, acercándose inevitablemente a mis pechos que clamaban por placer, mi espalda se arqueó levantándolos hacia el, pidiendo por el. Finalmente sus dedos se ocuparon de ellos, primero distante, como todas sus caricias, y luego intentando doblegar, dominar cada parte de mi cuerpo. Mis líquidos caian por mis piernas, sentía el calor del sexo quemando. Dejó mis pechos al descubierto y el vestido quedó pendiendo de mis caderas, me separó de el y me miró durante unos segundos, apreté mis pechos con mis manos, y volví a masturbarme para el como hacía una hora atrás, me senté en la mesada de la cocina, abrí mis piernas mirándolo fijamente, corrí mi bombacha, para que pudiera verme claramente, llené mis dedos de saliva y mojé mis pezones masajeandolos. Se acercó despacio, observandome toda, se paró a un metro y abrió su pantalón, saco su pene, que ya estaba erecto, un pene hermoso, la misma piel de todo su cuerpo, suave, mientras lo masajeaba mirandome comenzó a lubricarse, era un pene más hermoso de lo que me había imaginado, se veía delicioso, y me resistí por un rato a lamerlo, era tan exitante la situación, estar expuesta ante él, masturbandome, expuesta a sus ojos, a su alcance, a su merced. Nos mirábamos, no nos tocamos, y empecé a acabar, el me miraba hipnotizado, yo gemía agitada, era la situación más sexy desde hacía mucho tiempo. Por un momento cerré los ojos, heché la cabeza hacia atrás y sentí mis fluidos cayendo más que nunca, cuando abrí los ojos el estaba a punto de acabar, seguí masajeando mi clítoris, para relajarlo mientras veia su pene vibrar, hasta que estalló en un orgasmo, cuantas veces imaginé sus líquidos cayendo por su pene.
Volvimos a besarnos, y llegamos hasta el comedor nuevamente, se sentó en la alfombra y me llevó hacia el,se sacó la remera y acarició todo mi cuerpo, los pies, las piernas, y su pulgar llegó a mi vagina, lo mojó allí y subió al clítoris que respondió inmediatamente, lo masajeó mirándolo, yo me tumbé y mojé mis pezones, acerco su cara, y su lengua, blanda y con mucha saliva los mojó nuevamente, los lamía mientras masajeaba mi vagina, con suavidad, llevándome a un estado nirvánico, su lengua sólo iba de un pezón al otro, primero blanda, luego erecta como su pene, a veces los lamía de lleno, con toda su lengua y otras era solo la punta la que dura golpeaba la punta del pezón que se erguía hacia él pidiendo más contacto, desesperándose por estar adentro de su boca. Sentía un orgasmo venir nuevamente y allí su boca se llenó todo lo que pudo con mis pechos, su lengua estaba frenética y mi cuerpo temblaba y se arqueaba a más no poder.
Sentí el peso de su cuerpo sobre el mio, su pene entre mis piernas, duro y húmedo acercándose a mi, yo me movía mi pelvis, quería que entre, que se zambulla de una vez, entero, pero el insistía en hacerme desesperar. Al fin sentí la cabeza de su pene apoyandose en mi, resbalando en el líquido de cuantos orgasmos, moviendose sin darme el placer de entrar, me tenía inmovilizada, queria arquearme y hacerlo entrar pero el no me dejaba, fue entrando despacio, y yo no podía más, lo necesitaba adentro, quería sentirlo a lo largo y ancho adentro mio, mi vagina latía apretándolo y liberándolo, el seguía entrando despacio, caliente, hinchado, cuando ya casi lo tenía cuan adentro lo quería empezó a temblar, yo intentaba sacudir las caderas y hacerlo acabar dentro mío, pero el intentaba inmovilizarme. Me murmuro al oído "quedate quietita, me exitas mucho" y cobré las fuerzas necesarias para apretar su pene, y hacerlo entrar todo lo que podía, este empezó a vibrar más rápido y sentí como se vaciaba adentro mío, lo visualicé, contrayéndose y expulsando todo su líquido contenido, sus testículos chocando contra mi cola vaciándose, torció su mandíbula y largó un gemido encantador, no pude evitar venirme otra vez.
Así quedamos, acostados en la alfombra, hasta que Marino bajó, y me limpió con su lengua. Yo apreté mi vagina para guardarme todo su ser, hasta la última gota debía quedar adentro.
Marla
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2 comentarios:
muy bueno el relato, ya me gustaria ser Marino alguna tarde. Tengo un bote inflable y un par de remos, será cuestión de tratar. :)
Yo tomo el tren sandia... pero cuando quieras paseamos por el Suquía
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