Recomiendo además de la película, la excelente entrevista a Tsai Ming-liang.
Con La nube errante, un film que no se parece a nadie ni a nada que no sea su propia obra, el malayo-taiwanés Tsai Ming-liang vuelve a demostrar que es uno de los autores más originales del cine contemporáneo. Es más, se diría que su cine no se reconoce en ninguna tradición cinematográfica específica y que aun si se quisiera imponer alguna línea de pertenencia –la geometría urbana de Antonioni, por ejemplo– sería una traducción hasta cierto punto lógica pero forzada, que el propio director rechazaría. Por otra parte, aunque Tsai trabaja una materia esencialmente cinematográfica –su cine prescinde casi por completo de diálogos, como en este caso–, son otros mundos a los que lleva asociar su obra: la absurda desolación de Samuel Beckett o los cuerpos suspendidos en el espacio de Pina Bausch, por ejemplo.
Como en esos creadores, en Tsai no hay una voluntad narrativa aristotélica, sino más bien un trabajo de orden conceptual: ideas que son disparadoras de otras ideas, significados nuevos o insólitos que afloran a partir de la utilización anómala de objetos de uso común. La riqueza y la singularidad del cine de Tsai tienen que ver también con su registro múltiple: en su cine hay simultáneamente desesperación y humor, desamparo y erotismo, nihilismo y una inclaudicable vitalidad. Habría que remontarse a Vive l’Amour (1994) o a El río (1996) para encontrar un final más terrible, más angustiante que el de La nube errante, una película paradójicamente plena de gracia, con media docena de números musicales espectaculares, de una deliberada estética kitsch, un poco a la manera de The Hole (1998), con los actores haciendo evidente playback sobre unas canciones pop orientales de los primeros años ’60.
Y si en The Hole –que parece su film en espejo– llovía permanentemente, como si fuera el diluvio final, aquí, por el contrario, el agua escasea: el calor es agobiante y las canillas están permanentemente secas. Y cuando se consigue algo de agua –robándola si es necesario– hay que acumularla como sea, en cientos de botellas plásticas, que son un poco el leitmotiv, los juguetes de la película. Es que el mundo de Tsai Ming-liang es siempre único, el mismo: apocalíptico, sin palabras y plagado de elementos y acciones sorprendentes, como cuando aquí una gigantesca sandía se convierte en un prodigioso sucedáneo sexual.
¿Personajes? Apenas tres: una carnosa actriz porno; su silencioso partenaire (Lee Kang-sheng, protagonista de todos los films de Tsai) y una mujer triste y solitaria, que anda siempre a cuestas con una valija que nunca consigue abrir. Los tres comparten un edificio de departamentos que parecería deshabitado si no fuera porque tarde o temprano se terminan cruzando en un ascensor ominoso o en unos pasillos vacíos e interminables. Contrariamente a esta escasez de elementos, hay una cantidad de ideas, una imaginación visual en el cine de Tsai que no necesita de grandes despliegues, a pesar de que aquí se permite esos multitudinarios números de canto y baile, deliberadamente trash. A la manera de los viejos musicales, esos son los momentos de ensueño –hasta el viejo líder Chang Kai-shek, fosilizado en el bronce, se merece uno– que contrastan con la triste realidad, esa que Tsai resuelve con unos pocos planos, tan austeros como inconfundibles. Mientras la mayoría de sus colegas hace cada vez más televisión en pantalla grande, Tsai es uno de los pocos que no sólo piensa en términos de cine, sino que constantemente busca ampliar sus posibilidades.
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2 comentarios:
Buen video!
Como hago para subir videos de you tube a mi blog?
Mariela, simplemente debes copiar el texto que aparece a la derecha del video en un casillero que dice "Insertar" y luego lo pegas en el cuerpo de la entrada que estes editando.
Saludos!
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