martes, 10 de junio de 2008

Ese entrañable amigo gay

"Odio a la gente que aclara que está hablando de su amigo que es gay"- Sentenció Romina. Y tiene razón, hay gente que todo el tiempo recalca que tiene un amigo gay, y hasta es lo primero que aclara a la hora de describirlo. Bueno, esa gente tiene algún problema, evidentemente para esa gente el hecho de ser gay es algo que hace falta remarcar, para dar cierto estatus, onda... lo que sea.

No estoy dentro de ese grupo, pero tengo algunos amigos que son gays, y de ellos vamos a hablar hoy, pero no para recalcar el hecho que sean gays sino la particularidad de las relaciones como esta. Las amistades con un gay, no son suelen ser como el resto de las amistades, porque? Nose. Pero es así. Y es que el gay, en el caso de ser un hombre gay amigo de una mujer hetero, no es como una amiga, y tampoco como un amigo, es algo diferente, es un amigo que nos puede parecer atractivo o no, pero que tiene cualidades masculinas, es un hombre. Pero es un hombre al que tocamos más, al que le contamos más cosas, delante de quien podemos cambiarnos o bañarnos sin ningún pudor... y ahí está la diferencia.

En el colegio, yo era la única que sabía que Jano era gay, me di cuenta, y después el me lo dijo. Antes de que me lo dijera nuestra relación ya tenía particularidades muy especiales. Yo dormía con Jano, en bombacha y remera; enredaba mis piernas en las suyas; le acariciaba el pelo; podía dormirme en su hombro en cualquier momento; me depilaba delante de el con tal de no interrumpir una conversación... etc,etc,etc.
Y no lo hacía con la intención de seducirlo, o de gustarle o de excitarlo, sino que yo sentía, sabía dentro mío que podía compartir esas cosas con el, sin ningún problema.

No se como describir realmente mi relación con Jano, claro ese no es su nombre, es una relación intensa, más intensa que las que he tenido con cualquier pareja. Discutimos, lloramos, nos besamos, nos abrazamos...

Aquí un interesante artículo de Mariana Enriquez que encontré en este diario sobre las amistades Mujer Hétero/Hombre gay a lo largo de la historia.


La pareja más entrañable de ex novio y mejor amigo fue la que formaron Freddie Mercury y Mary Austin. Vivieron juntos durante los ’70, Freddie tenía el piano junto a la cama y le compuso, entre otras canciones, la archicélebre “Love of my Life”. Pero, claro, ellos también tuvieron que decidir. El vínculo de afecto y complicidad se mantuvo intacto. Contaba Freddie: “Todos mis amantes me preguntan por qué no pueden reemplazar a Mary. Pero es imposible. Es mi única amiga, y no quiero a nadie más. Para mí, ella es mi esposa. Creemos el uno en el otro, y eso basta”. Freddie fue el padrino del hijo mayor de Mary, que se llama Richard. Y cuando murió, le dejó a ella la mayor parte de su fortuna, privilegiándola antes que a su familia y que a Jim, su último novio. Mary se quedó con la espectacular propiedad de Freddie en Londres y, más importante, con las royalties de Queen.

Uno de los iconos gays por excelencia, Liza Minnelli, llevó al cine la adaptación de Bob Fosse de Adiós a Berlín, un libro de relatos semiautobiográficos de Christopher Isherwood que en su versión musical se llamó Cabaret (1972). Allí, la reina de la noche, Sally Bowles, quiere seducir a un comedido profesor de inglés, Brian (Michael York). Lo logra, después de mucha reticencia de parte de él. Ya en pareja, conocen a Maximilian, un rico noble alemán. Y los dos tienen sexo con él. Y Sally queda embarazada, pero no sabe de quién, y decide abortar. Y la vida sigue, pero ahora ella sabe que Brian continuará con aquellos jóvenes a los que verdaderamente desea.



Harper Lee es una escritora reclusa, que apenas salió a la luz pública desde la década del ’70. Es famosa por haber escrito la novela clásica Matar a un ruiseñor. Pero también fue parte tangencial de otro clásico literario del siglo XX, porque ella fue quien acompañó a Truman Capote, su amiguísimo desde la infancia, a Kansas, para ayudarlo a investigar los asesinatos que acabarían siendo el material de A sangre fría. Algo pasó después que enfrió la amistad, pero por ahora ese percance es secreto, y sólo existen especulaciones. Antes de separarse, sin embargo, ambos se integraron a la obra del otro: en Matar a un ruiseñor, el personaje de Dill está inspirado en Capote; en Otras voces, otros ámbitos, la primera novela de Capote, Harper aparece retratada como la temperamental jovencita Idabel.



Pero otros matrimonios artísticos suelen perdurar. El de Patti Smith y Robert Mapplethorpe, por ejemplo. Ellos también fueron pareja, brevemente, a fines de los ’60. El tomó esa maravillosa fotografía de la tapa de Horses, el primer disco de Patti, donde ella es pura androginia y desafío. La siguió fotografiando toda la vida. Cuenta Patti en Complete, su recopilación de letras, poemas y fotos anotadas: “Cuando tenía 41 años, Robert nos tomó un retrato familiar en su estudio de Nueva York. Fue la última vez que fui fotografiada por mi querido amigo. El vino al estudio cuando grababa ‘The Jackson Song’. No estaba bien, y estuvo acostado en el sillón. Richard se sentó en el piano, y yo me senté enfrente. Fred, mi esposo, se acercó a Richard y dijo simplemente: ‘Hacelos llorar’. La tocamos dos veces, la segunda fue lo mejor que pudimos hacer. Cuando terminé, miré a través del vidrio y vi que Robert estaba durmiendo en total paz. Con Fred parado a su lado, llorando en silencio”.





La que tuvo muchos matrimonios fue Elizabeth Taylor pero, que se sepa, ninguno de sus esposos fue gay. Sí lo fueron sus mejores amigos: Montgomery Clift, James Dean y Rock Hudson. Cuenta la leyenda que Rock le jugó una apuesta: que iba a poder acostarse con Dean durante el rodaje de Gigante, en 1956. Liz decía que no. Rock, dicen, le ganó. Cuando su querido Rock murió, Liz tuvo un ataque de furia, una vez recuperada del duelo. La homofobia desatada por el miedo al sida la asqueó y creó la fundación Aids Project L.A., que lleva recaudados casi 200 millones de dólares para investigación.

Madonna, claro, tiene su favorito, de entre todos los artistas que la rodean y rodearon. Y es el hermoso actor inglés Rupert Everett, uno de los pocos que salieron del closet muy temprano y sin mayores problemas. Dicen que por Rupert ella visitaba tanto Inglaterra, donde eventualmente Sting le presentó a su futuro marido Guy Ritchie. Hasta se dieron el gusto de hacer una película juntos donde son lo que son de verdad, mejores amigos (sólo que en la película tienen sexo borracho, y ella se embaraza). Suena bien, pero The Next Best Thing (2000) es tonta y bastante desastre, salvo por el fantástico video de la canción principal, American Pie.

Por casa, la relación diva-amigo gay contenedor por excelencia es la de Eva Perón y su modisto y adorado Paco Jaumandreu. El diseñó ese traje príncipe de Gales con el que Eva trabajaba, una de las imágenes más clásicas para la posteridad. El dijo: “En este país, ser pobre, ser puto y ser Eva Perón es la misma cosa”. En su biografía La cabeza contra el suelo, Paco Jaumandreu recuerda el primer encuentro con su musa: “Vivía en Billinghurst y Santa Fe cuando recibí un llamado de Eva Duarte. En un principio no le di mayor importancia al asunto. Estaba acostumbrado a que día a día me llamen las grandes estrellas y las damas de la sociedad, el llamado de una actriz de radioteatro no me atrajo mucho. Me convenció la Bilbao, que me dijo: ‘Esa chica tiene un destino que puede llevarla a la gloria o al infierno, tenés que ir hoy mismo, llamala’. Fui al día siguiente, un sábado, la cita era a las 18. Ella misma me abrió la puerta. Me pareció altísima y muy desteñida. Me impresionó su piel desde el primer día: blanca, transparente, increíble. He conocido muy pocas mujeres con una piel semejante, como de marfil. Era rubia, de pasos largos y muy decididos. Usaba unos pantalones de satén gris plata, un chemisier celeste y zapatos blancos con grandes plataformas de corcho. ‘Qué cache’, pensé en mis adentros”.

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