La mujer ha sido ídolo, diosa, musa, hechicera, imagen de la fecundidad, pero también de la muerte. En casi todas las culturas, las diosas de la creación son, al mismo tiempo, deidades de la destrucción.”
¿Qué tienen en común, se pregunta Luis Gruss, tres escritores como Franz Kafka, Fernando Pessoa y Cesare Pavese, además del reconocimiento literario? La figura del escritor atormentado que la historia de la literatura ha ido configurando alrededor de estos tres grandes escritores del siglo XX es un tema frecuente en el análisis de sus obras, y por cierto bastante manoseado. Las líneas que permitirían la puesta en común entonces atraviesan la temática de los textos inconclusos o no publicados, la muerte joven, y la aparente contradicción entre la fama post mortem y el fracaso de sus vidas. Y sin embargo Lo inalcanzable parte de estos presupuestos para ir un poco más allá en la configuración del mito en torno de Kafka, Pessoa y Pavese proponiéndose un recorrido sin finalidad que tiene en su centro a la mujer.
En Lo inalcanzable Gruss trabaja con las cartas y los diarios personales de los tres escritores –y en el caso de Pessoa, también sus heterónimos– intentando desmontar el imaginario femenino, la representación de la mujer que se filtrará luego en las novelas y los poemas. Reconstruye las largas e imposibles relaciones de Kafka con las mujeres, entre las que se destaca Felice Bauer, con la que Kafka mantuvo una correspondencia abultada comprometiéndose a casarse en dos oportunidades y cancelando luego el compromiso. De Pessoa sólo quedan registros de la intermitente relación con Ofelia Queirós y las mujeres probablemente inexistentes a las que les dedican su amor los heterónimos. En el caso de Pavese, la vida del italiano aparece signada por el fracaso amoroso, abandonado por las mujeres que desea y despreciando a las mujeres que lo buscan.
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Ninguno de ellos pudo asumir el riesgo de consumar la entrega de sí a otro ser. Y, con mayor o menor desgarramiento, desecharon a las mujeres de carne y hueso que alguna vez tuvieron para enamorarse de la figura ideal, abstracta, inalcanzable, que en paralelo iban delineando en sus cartas y diarios, convencidos quizá de que la única respuesta posible a la pulsión de absoluto que los agitaba residía no en el amor carnal a una mujer concreta sino en la entrega al vasto territorio de la creación literaria. ¿En qué medida las mujeres representaron, para estas tres sensibilidades extremas, una metáfora de lo inalcanzable? ¿Cómo los afectó la imposibilidad de conciliar la vida amorosa con la misión artística a la que se consagraron? ¿Son arte y vida términos opuestos? (...) En esa progresión, el texto equilibra datos biográficos con reflexiones y alusiones bibliográficas, en una prosa ajustada de fluida respiración. Entre las muchas fuentes citadas, resulta un acierto la importancia otorgada a las cartas y los diarios íntimos. Allí quedan reflejados los vaivenes amorosos de los tres escritores y el modo en que ejercen la evasión, la renuncia o la distancia cuando sienten que un vínculo amenaza su libertad, su intimidad o su soledad. También, la forma en que reemplazan el objeto anhelado o perdido por la realidad discursiva que los constituye. Pessoa fue hombre de una sola mujer, o acaso de ninguna. Estableció un noviazgo formal con Ofelia Queiroz, una empleada de comercio. Hubo dos besos en ocho meses y luego llegó la carta de ruptura. "Mi destino pertenece a una ley que usted ni siquiera sospecha", le dice allí el poeta. La técnica disuasoria de Kafka respecto de Felice Bauer no se queda atrás, si bien es cierto que el checo, que sentía rechazo al contacto sexual, conoció una relación profunda con Milena Jasenská. Tuvo otras mujeres, pero siempre se retiró de la escena. Lo mismo hizo Pavese, el más torturado en su estoica soledad, que elegía enamorarse de mujeres que lo rechazaban y se alejaba de las que se interesaban por él. Hay en la mujer, señala el autor, algo recóndito que se resiste a ser tomado y que se ubica incluso en un más allá de sí misma. Algo similar ocurre con la literatura, que busca conjurar con palabras aquello que en definitiva resulta indecible. Ni la vida ni el sueño alcanzan para apagar la sed. Analogías como esta, que afloran aquí y allá en el libro, iluminan el misterio de estos creadores, aunque ese misterio resulte también inefable.
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