lunes, 17 de marzo de 2008

La vida sexual de Catherine M.



Teleopolis: La vida Sexual de Catherine M. es una novela valiente, sincera, arriesgada y ante todo, honesta. Ofrece lo que su título promete: las intimidades sexuales de Catherine Millet, la directora de la prestigiosa revista francesa Art Press. Lejos de buscar una justificación o dotar de carga moral o lección ética su discurso, Millet se limita a describir minuciosamente y con la frialdad de un forense su agitada y particular "obsesión copuladora". Vuelve la mirada hacia atrás y hace recuento: desde los 17 años, cuando decide suplantar sus sesiones masturbatorias por el sexo en grupo, han sido más de un millar los penes que se han vaciado por todos los orificios de su entumecida anatomía en las "partouzes", orgías en el Bois de Boulogne, locales de intercambio, cabinas de camiones, portales, galerías de arte, consultas de dentistas o estudios pestilentes de bohemios intelectuales.

Encontré unos fragmentos por demás jugosos en Cosmoticos




Toda mi cara chapoteaba en su vulva espesa. Nunca en mi vida había sorbido un dobladillo tan inflamado que, en efecto, me llenaba la boca tanto como un albaricoque gordo, como dicen los meridionales. Yo me adosaba a sus labios mayores como una sanguijuela y luego soltaba la fruta para estirar la lengua hasta rasgarme el frenillo y penetrar hasta lo más hondo posible en la dulzura de su umbral, una dulzura comparada con la cual la punta de sus pechos o la redondez de sus hombres eran insípidas. No era de las que se encabritan, exhalaba y pequeños gemidos, tan suaves como el resto de su persona. Resonaban sinceros y me producían una exaltación tremenda. ¡Con qué ansiedad mamaba entonces la frambuesa prominente, cómo me abandonaba a la escucha de aquel rapto! Cuando nos vestíamos, con esa alegría y agitación del vestuario de un club de deportes. Paul, que decía las cosas con más franqueza que todos los demás, se dirigió a Léone: ¿Y? Había sido bueno, ¿no? ¿No había valido la pena soltarse? Ella respondió, bajando los ojos y enfatizando la primera sílaba, que una persona le había hecho efecto. "¡Dios mío, que haya sido yo!", pensé.

1 comentario:

Penedictor dijo...

Leí hace más de un año ya este libro y me gustó la sinceridad y claridad con la que escribía y contaba todas sus aventuras. Tenía pensado más adelante escribir una entrada sobre este libro y otros que también he leído.

Lo dejaré para más adelante.