Hace algunos meses atrás, creo haber encontrado a mi animus definitivo. Me visita de tanto en tanto en los sueños, a veces cumplimos "misiones", nos enfrentamos al peligro, viajamos, y algunas otras son experiencias sexuales increíbles.
Cuando leí por primera vez lo de Anima/Animus me entristecí de no haber encontrado al mío, y fantaseaba con el poniéndole nombre, piel, ojos, voz, gustos, profesión y habilidades. Cada vez que soñaba con algún masculino que me cautivaba, me entristecía descubrir que no regresaba a mis sueños.
Finalmente desde principios de año, creo que mi animus llegó por su cuenta y para quedarse.
Sus primera apariciones fueron para rescatarme de algún peligro, salvarme de espíritus canibales que acechaban la aldea en la que yo vivía. Recuerdo que mientras yo corría huyendo de ellos, alguien se sumó a la marcha a mi lado, y me ayudó a subir a un árbol, ya que estos espiritus estaban condenados a arrastrarse por el suelo. Tuvimos que esperar largo rato hasta que se marcharan, yo me sentía increíblemente atraída por este hombre, alto, piel trigueña, ojos verdes oscuros y muy brillantes, nariz prominente y labios carnosos, manos grandes y venosas de dedos largos. Tenía un poder de atracción sobre mí muy fuerte, y no resistí la tentación de lamer su boca. El placer que me provocó el beso, la adrenalina y la emoción fueron tan fuertes que me desperté.
Afortunadamente regresó en otras ocasiones y es increíble pero cada vez que tengo sexo con el logro llegar al orgasmo a pesar de estar durmiendo.
De la primera vez, recuerdo ser guiada por una especie de monje a través de un templo. El monje llevaba una túnica verde, muy oscura, con una capucha grande que no me permitía ver su cara, en la cintura tenía atadas varias tiras de la misma tela a modo de cinto, no podía ver nada de su cuerpo, ni siquiera sus manos, me daba algo de temor, pero también me atraía mucho. Yo caminaba detrás de el, a unos pasos de distancia, el perfume que emanaban sus ropas era un almizcle, o algo parecido, maderoso. El lugar prescindía prácticamente de decoración, y se iba tornando más obscuro a medida que descendíamos a los sótanos. Llegamos a un lugar de paredes de piedras grises,grandes arcadas con rejas, y unas muy pequeñas entradas de luz cerca del techo. Parado frente a mí comenzó a desvestirme, me tomó por sorpresa y se mezclaron el temor, la adrenalina, y el placer de sus caricias al sacarme la ropa; me quedé inmóvil, solo me contorneaba para facilitarle el trabajo, se quitó la capucha y era él, sin sacar sus ojos de los míos, se fue quitando uno a uno los cintos que tenía anudados y me ató con los brazos hacia arriba a la reja, me tomó de un tobillo y puso mi pie sobre su abdomen, comenzó entonces un masaje por mis piernas delicioso, acercándose lentamente a medida que sus manos subian por mi pierna. Sus manos se llenaron con mis pechos, apretaba con suavidad los pezones y los besaba al soltarlos. Acarició los muslos, caderas, me apretaba contra la reja de tanto en tanto, su mano entera se posó en mi sexo, se mojó de mi y masajeó el clítoris con su pulgar. Yo me encontraba extasiada cuando su miembro me rozó y se humedeció conmigo, lo sentía contraerse, hincharse cálido mientras me acariciaba suave. Entró en mi muy lento, sabiendo que yo lo quería dentro, que no quería esperar. Me movía como podía intentado deslizarlo a mi interior, pero sus manos me apretaban los muslos por los costados y no me dejaban despegarme de la reja, su lengua en mi cuello, bajaba hasta los pechos, rodeando los pezones haciendome arquear para que se los llevara a la boca, pero sin obedecer, me sentía al borde del llanto, desesperada por que su saliva los moje, y por que el me penetre de una vez para hacerme morir en su orgasmo.
Cuando me desperté estaba temblando, el sexo latiendo exahusto, saciado. Fue el orgasmo más increíble que tuve dormida.
Estoy feliz de haberlo encontrado, y de recibir sus visitas algunas noches, es un ser onírico magnífico, seductor, atractivo, bello, valiente, creativo, tal como lo dice Jung, el complemento, el ideal, las necesidades satisfechas.