Alguna vez tuve un novio que solía escribirme cartas de tanto en tanto, amo de la palabra y el ritmo, baterista y de frases cautivantes, lo que siempre había soñado hasta entonces. A veces acomodando mi pieza (yo y mis 15 años vivíamos todavía en la casa materna) encontraba escondida alguna misiva super erótica, o algún pedazo de papel con confesiones bastante pornográficas. Será por eso que el sexo con E. siempre fue excelente, se las ingeniaba para manterme super excitada y espectante al próximo encuentro. Lo que se comentaba en la carta moría allí. Pero en el aire quedaba todo, así miraba sus dedos de otra forma, su cuello, estar ante el era como estar con alguien a quien hubiera estado espiando durante mucho tiempo.
Después de nuestra obligada separación física no tuve la suerte de toparme con alguien tan expresivo en las letras como él. Así que no me quedó otra que fantasear.
Cuando leí el Ulyses de James Joyce, me sentí por completo cautivada por la narrativa de este tipo, y me imaginé que tendría el poder de escribir cartas apasionadas como pocos hombres en esta vida. Imaginé las palabras que utilizaría, la vulgaridad y la pasión que pondría. Cuando terminé el libro, (los libros porque eran dos) ya estaba enamorada de James Joyce, y la carta que encontré de el para Nora Barnacle, no hizo otra cosa que confirmar lo que sentía.
2 de diciembre de 1909
44 Fontenoy Street, Dublín
Querida mía, quizás debo comenzar pidiéndote perdón por la increíble carta que te escribí anoche. Mientras la escribía tu carta reposaba junto a mí, y mis ojos estaban fijos, como aún ahora lo están, en cierta palabra escrita en ella. Hay algo de obsceno y lascivo en el aspecto mismo de las cartas. También su sonido es como el acto mismo, breve, brutal, irresistible y diabólico.
Querida, no te ofendas por lo que escribo. Me agradeces el hermoso nombre que te di. ¡Si, querida, "mi hermosa flor silvestre de los setos" es un lindo nombre! ¡Mi flor azul oscuro, empapada por la lluvia! Como ves, tengo todavía algo de poeta. También te regalaré un hermoso libro: es el regalo del poeta para la mujer que ama. Pero, a su lado y dentro de este amor espiritual que siento por ti, hay también una bestia salvaje que explora cada parte secreta y vergonzosa de él, cada uno de sus actos y olores. Mi amor por ti me permite rogar al espíritu de la belleza eterna y a la ternura que se refleja en tus ojos o derribarte debajo de mí, sobre tus suaves senos, y tomarte por atrás, como un cerdo que monta a una puerca, glorificado en la sincera peste que asciende de tu trasero, glorificado en la descubierta vergüenza de tu vestido vuelto hacia arriba y en tus bragas blancas de muchacha y en la confusión de tus mejillas sonrosadas y tu cabello revuelto. Esto me permite estallar en lágrimas de piedad y amor por ti a causa del sonido de algún acorde o cadencia musical o acostarme con la cabeza en los pies, rabo con rabo, sintiendo tus dedos acariciar y cosquillear mis testículos o sentirte frotar tu trasero contra mí y tus labios ardientes chupar mi pija mientras mi cabeza se abre paso entre tus rollizos muslos y mis manos atraen la acojinada curva de tus nalgas y mi lengua lame vorazmente tu sexo rojo y espeso. He pensado en ti casi hasta el desfallecimiento al oír mi voz cantando o murmurando para tu alma la tristeza, la pasión y el misterio de la vida y al mismo tiempo he pensado en ti haciéndome gestos sucios con los labios y con la lengua, provocándome con ruidos y caricias obscenas y haciendo delante de mí el más sucio y vergonzoso acto del cuerpo. ¿Te acuerdas del día en que te alzaste la ropa y me dejaste acostarme debajo de ti para ver cómo lo hacías? Después quedaste avergonzada hasta para mirarme a los ojos.
¡Eres mía, querida, eres mía! Te amo. Todo lo que escribí arriba es sólo un momento o dos de brutal locura! La última gota de semen ha sido inyectada con dificultad en tu sexo antes que todo termine y mi verdadero amor hacia ti, el amor de mis versos, el amor de mis ojos, por tus extrañamente tentadores ojos llega soplando sobre mi alma como un viento de aromas. Mi pija está todavía tiesa, caliente y estremecida tras la última, brutal embestida que te ha dado cuando se oye levantarse un himno tenue, de piadoso y tierno culto en tu honor, desde los oscuros claustros de mi corazón.
Nora, mi fiel querida, mi pícara colegiala de ojos dulces, sé mi puta, mi amante, todo lo que quieras (¡mi pequeña pajera amante! ¡mi putita folladora!) eres siempre mi hermosa flor silvestre de los setos, mi flor azul oscuro empapada por la lluvia.
JIM
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1 comentario:
Gracias por esta muestra del intenso epistolario de Joyce. Un gusto haber descubierto ete espacio.
saludos...
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